Moncho Rodríguez y los límites extremos del teatro
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Fernando Bellón
(La imagen de presentación es una máscara escénica realizada por Moncho Rodríguez)
El texto firmado por el escenógrafo y dramaturgo hispano portugués Moncho Rodríguez que publicamos a continuación de este parece una declaración de intenciones, pero en realidad es un resumen de los principios que este artista ha puesto en práctica a lo largo de su vida. Antonia Bueno y yo conocemos a Moncho desde hace años, ella trabajó con Moncho en Brasil y en la península Ibérica. El valor de Moncho tiene que ver poco con los creadores «de alpiste» según su propia calificación. Pocas compañías debe haber en el mundo que no reciban subvenciones públicas o privadas por su trabajo, la cultura ha sido siempre así, un lujo imprescindible. Moncho precisa que no puede haber arte sin riesgo, y si combinamos esta afirmación con la anterior, la vemos justificada.
Las creaciones que ha escrito, dirigido, producido y paseado Moncho por las Américas y la Iberia (que es lo mismo que decir por España y Portugal) han sido siempre de alto riesgo. No encajan en las convenciones del teatro, sea clásico, moderno, vanguardista o adocenado. El teatro de Moncho está hecho con el pueblo y para el pueblo. Más precisiones sobre ello puede encontrar el lector en estos cuatro reportajes publicados en Agroicultura-Perinquiets en los que él es protagonista: Fafe, cidade das artes. Moncho Rodríguez. Un buzo invisible de la creación. Feria de marionetas y formas animadas en la Raya de Portugal. Una visita a Portugal. A grande Serpente de Guimaraes.
Los últimos años Moncho ha sufrido una serie de intervenciones quirúrgicas que ha superado con una voluntad que se ha impuesto a la terapéutica. En esta declaración reconoce que cuando le diagnosticaron un fin inevitable aceptó el reto de producir A Grande Serpente, una obra del brasileño de Recife Racine Santos puesta en escena en Guimaraes hace tres décadas. Francisco Teixeira, presidente de la Associaçao Artística Vimaerense, ha facilitado las cosas a Moncho, que después ha producido Los Gigantes de la Montaña, de Pirandello, según el método «monchiano», trabajar con los ciudadanos, que intervienen en el reparto bajo su pasmosa dirección.
Casi todo en Moncho es pasmoso. Le dice a Teixeira: «¡Estoy inevitablemente condenado, pero vivo!»
El trabajo de Moncho es y será perenne.
«No se puede hacer arte sin riesgo»
Tomado del muro de Rodríguez Teatro en Facebook
Creamos porque existimos para compartir.
Vivimos para celebrar la vida, la amistad. Un mundo de nuevos jueces, porque los otros han envejecido corroídos y consumidos por las apariencias de lo que no eran.
Fuimos creados para decir no a la hipocresía políticamente correcta.
Hacemos arte sin condones, en permanente complicidad con el espectador.
Estas y muchas otras frases similares repetí a lo largo de muchos años, y muchas veces me pegaron el grito en la garganta…
Nunca he sido un pájaro de alpiste, no me gusta caminar por el carril de la manada, me gusta distraerme libremente, me gusta caminar a mi ritmo sin romper el silencio…
En estas estaba cuando me diagnosticaron, casi condenado a un fin inevitable, y acepté la propuesta de Francisco Teixeira, un filósofo político asociativista de Vimaraes, iluminado por ideas de coraje, de volver a poner en escena un antiguo espectáculo con la Tribu/Teatro con quien creé A Grande Serpente hace veintiocho años.
Repetir experimentos cuando la última referencia fue el éxito de A Grande Serpente era un riesgo. ¿El mismo riesgo? ¡Sí! ¡Todo predecía que saldría mal
Sin embargo me emocioné, y acepté el desafío con la energía que imaginaba que todavía tenía.
¡No se puede hacer arte sin riesgo! No debería ser así. No lo recomiendo. Aunque sé que hay muchas fórmulas y recursos que se compran como divertidas recetas paliativas para entretener al público…
Acepté el reto a riesgo de volver a trabajar con actores/ciudadanos cuyas almas había tocado y provocado en el proceso anterior… gente sencilla, sin atajos, sin arte, sin pelusa artística, sin otro objetivo que ir a los límites y experimentar un abrazo con el espectador. Personas que se dejan encantar por cada nuevo gesto, en pequeñas celebraciones, en las delicias, en la agudización de las sensibilidades…
¡¡¡Por Dios, hermoso desafío!!!! Crear con personas para las personas.
Hicimos GIGANTES DE MONTAÑA, quiero decir… creamos un invento que yo a rranqué desde Pirandello, y desde el momento presente de los actores, el público, los programadores, los donantes de becas y tantos otros actores de la cultura que ocupan las cimas del poder «artístico-cultural».
Crees que hay mucha gente que come del hambre del arte y la cultura… incluso cuando el que crea no come.
Nos arriesgamos a crear sin pensar en agradar y esto tiene sus efectos…
Lo que importa es que juntos experimentemos una experiencia enriquecedora, llena de vida, aventuras emocionales, perspicacia y descubrimientos… y todo eso fue compartido con gran coraje, como repartiendo con el espectador un pastel de carne o un suspiro… con mucho amor.
No repetimos éxitos ni experimentos, creamos dos objetos artísticos diferentes, puros, valientes, contra toda lógica de consumo, contra todas las recetas de entretenimiento fácil… contra todo arte digestivo, dieta, luz, cero calorías…
Ahora podemos reflexionar junto a aquellos que llenaron la sala ASMAV ( [Associaçao Artístiva Vimaerense] en las 4 actuaciones ofrecidas: ¿Podemos hacer más? ¿Quieres hacer más?
Vivimos en una nueva época donde los espectadores todavía pueden salvar el arte, ¡el teatro!
Aprovecho la oportunidad para abrazar a todos y cada uno de este fantástico TRIBOTEATRO [Compañía de teatro brasileña], a todos los que hacen ASMAV y al público que celebró esta creación nuestra.
—¡Ahhhhhh! ¡Francisco Teixeira! -antes de que se me olvide- estoy inevitablemente condenado, pero vivo! Un abrazo grande.