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Agricultura y naturaleza

«Quatre fanecaes i mitja», en Albuixec, Valencia

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Quatre fanecaes i mitja, “cuatro hanegás y media”, son Carlos Ramón y José Antonio Ortega. El primero fue antes electricista, el segundo, licenciado en Bellas Artes por la Politécnica de Valencia, fue durante años educador en un centro de día. Ambos son de Valencia ciudad y tienen más de 30 años, una edad bien madura para cambiar de profesión.

Cuatro hanegadas y media valencianas son casi cuatro áreas, menos de la mitad de una hectárea, que todo el mundo dice que es el césped de un campo de fútbol. En este espacio, disperso en l’Horta Nord de la ciudad de Valencia, entre Alboraia, Albuixec y Albalt dels Sorells, donde la idea se encarnó en la tierra, se ganan la vida dos ya no tan jóvenes agricultores ecológicos.

Son otra evidencia de un fenómeno que se extienden muy poco a poco en terrenos propicios como la Huerta Valenciana. El mecanismo se repite: personas con alta cualificación, hartas de dedicar su vida a una actividad que carece de sentido para ellos, con un currículum de activismo medioambiental, voluntariado, y amor a la naturaleza. Y un objetivo también común: que la agricultura ecológica se convierta en su medio de vida, una vida cómoda y sin precariedades. Lo hacen a pelo, a lo bestia, sin subvenciones, sin patrocinadores, jugándose el porvenir en cada cosecha. Para mí son personas admirables, los verdaderos héroes de esta sociedad donde lo juicioso es aguantar el desgobierno.

Puede verse un resumen en video de Quatre fanecaes i mitja en Tierra, Ecología, Comercio Cercano.

Entrevista a José Antonio Ortega y fotos de Fernando Bellón.

Principales problemas: falta de experiencia en el cultivo y en la comercialización.

Otra de nuestras deficiencias es la falta de plantelistas. Si hubiera más, aumentaría el número de agricultores ecológicos.

La clientela de la agricultura ecológica comparte con el labrador ideas y proyectos.

Repartimos el excedente en centros de día, que están pasándolo mal ahora porque no les subvencionan.

José Antonio Ortega, en la huerta de Albuixec.

José Antonio Ortega, en la huerta de Albuixec.

José Antonio Ortega. Trabajaba de educador en un centro de día de Albal, con proyecto de huerta ecológica. Llegó un momento de saturación mental por el sacrificio personal; todas las decisiones se tomaban en colectivo, y esto agota mucho. Tenía en la cabeza hacía tiempo lo de la agroecología. Un día, recogiendo patatas en una colla [grupo de recogedores de cosechas] , coincidí con un amigo, Carlos Ramón, que estaba metido en esto, y antes había sido electricista. Me uní a él en el momento que se separaba de otro socio. Quatre Fanecaes i mitja, la medida del terreno, es el nombre con el que estos cultivos están dados de alta con valor ecológico en la Conselleria d’Agricultura. Elcampo estaba en Albalat del Sorells. Lo habíamos heredado de Albert Martí, otro productor ecológico. Ahora queremos dejarlo y buscamos a alguien que se haga cargo de él. Nos vamos a centrar en Albuixec, queremos también dejar la poca cosa que tenemos aquí, en Aboraya.

¿Por qué los cambios?

Tenemos amistades que nos facilitan la instalación en Albuixec. En Alboraia es más complicado establecerse. Está todo muy cultivado, porque el negocio de la chufa funciona bien. A medida que te alejas de Valencia encuentras más terrenos sin cultivar en l’Horta Nord.

Si en Alboraya todavía hay algún campo libre, es porque al dueño le pasa algo. Se ha muerto, está en un hospital o en otro sitio. Es difícil encontrar campos abandonados. Todo el mundo le da marcha a su campo. Si encuentras algo es por casualidad. El dueño del campo que cultivamos allí se dedica a otra cosa, y está obligado a tener el campo limpio, porque si no, los vecinos le pueden denunciar. En vez de tener la preocupación y el gasto, nos lo deja a nosotros para que lo cultivemos.

No pagamos ningún alquiler. Y en Albuixec, de momento tampoco pagamos. Los dueños son amigos que nos dejan el campo por amistad. Cuando el proyecto empiece a crecer, empezaremos a pagar. El dueño del campo entiende que nuestros ingresos son flojos y nos deja hacer.

¿Vivís bien de vuestro trabajo?

Vivimos de esto a duras penas. Tenemos muchos gastos, es un cultivo caro. Y luego tenemos problemas a la hora de comercializar el producto, queda mucho excedente, que repartimos en centros de día, que están pasándolo mal ahora porque no les subvencionan. Y también lo damos a asociaciones de barrio o Cáritas, que antes no cogía alimentos perecederos, pero ahora sí. Tirar no tiramos nada. Pero si tuviéramos más venta, estaríamos mejor.

¿Cómo hacéis la venta?

Estamos con las cajas, una forma peculiar de comercializar, porque hay que tener una relación constante con la clientela. Para mí es un jaleo estar pendiente de internet, lo lleva sobre todo Carlos. Es más fácil que vengan a recoger el producto. La gente está acostumbrada a ver y a escoger el género. Cuando hacemos cajas, nos tenemos que preocupar de hacer esa operación por el cliente, ser muy estrictos.

Es más fácil la venta a través de mercado, donde cada uno toma lo que le interesa. También vendemos a alguna tiendecita de barrio, como la tienda de La Fanecá d’Alboraia. Luego, en los mercadillos semanales de Godella y de Port Sa Playa, y luego a otros compañeros que en un momento dado necesitan algún género que no han podido plantar o que les ha fallado, y hacemos intercambios. A veces a uno le sobran berenjenas, a otro pimientos. Estamos buscando fórmulas más prácticas de relacionarnos. De cara al consumidor se trata de variar la cosecha y la calidad.

Día de riego. Foto del album de 4,5 fanecaes en Facebook

Día de riego. Foto del album de 4,5 fanecaes en Facebook

¿Cómo organizáis vuestro trabajo?

Vamos un poco a salto de mata. Los lunes recogemos para preparar las cajas y servir género a otros productores. El martes hacemos el reparto. El miércoles y el jueves estamos pendientes de regar y de hacer otras faenas del campo. Como somos dos, nos dividimos. Ahora me encargo yo de las cajas y su reparto, y mi compañero puede ocuparse en otras cosas. El viernes recogemos para el mercado de Port Sa Playa, para Godella. Y sábado por la tarde y domingo, si podemos no trabajamos, pero muchas veces nos toca, porque igual se nos ha retrasado el riego por otra obligación más urgente, o tienes que hacer plantación, lo que sea.

¿Que productos cultiváis?

Los hortícolas en general. Ahora mismo, boniato y habas, hacemos mucha cantidad desde hace años; llegamos a vender a alguna cooperativa. Cebollas y patatas plantamos con mucha continuidad. Y cuando llega el otoño empezamos con las coles, puerros, etc. Intentamos tener buen género y variado para las cajas, porque si tienes que traerlo de fuera pierdes tiempo.

Ten estos momentos tenemos diez hanegadas entre Albuixec, Albalat y Alboraia. Y para la próxima temporada queremos ampliar en Albuixec y ponernos en las 16 hanegadas. Somos dos personas, y gente que viene a ayudarnos desinteresadamente de vez en cuando. A veces tienes que pagar.

¿Qué se necesita para dedicarse a esto?

Lo primero es que te gusten las plantas, cuidarlas y cultivarlas. Y luego que busques formación y práctica, que es lo que hace a los maestros. Vas aprendiendo de los compañeros: un día trabajas con uno, otro día con otro, y poco a poco aprendes. Yo hice un cursillo hará 12 años, he estudiado algo, he hecho jardinería… En el cursillo te informan lo complicado que es hacer un salario en el campo, la superficie que tienes que trabajar para poder sobrevivir. Decían que antiguamente con cuatro o cinco hanegadas una familia podía vivir. Ahora la cosa puede estar entre diez y veinte por personas, para poder alcanzar un nivel adquisitivo corriente. Muchos de los que yo conozco están entre diez y quince, algunos veinte, según los cultivos y el trabajo que den. Además, hace falta infraestructura, maquinaria, un almacén para limpiar la verdura y guardar la maquinaria, una dedicación y trabajar muy bien.

¿Con qué tipo de problemas os enfrentáis con mayor frecuencia?

La falta de infraestructura y de experiencia en la comercialización. Nuestro mayor problema es salir al mercado. Es evidente que en Valencia vive mucha población, que muchos empiezan a tener conciencia de las ventajas de los alimentos ecológicos, por la sostenibilidad del campo, de que los acuíferos de pozo están contaminados por todo lo que se tira. Empieza a haber una conciencia y un compromiso con los mercados ecológicos. Lo que nos falta es ampliarlos, es un problema general de los productores ecológicos; da igual que sea cerca de casa o en la exportación al extranjero.

Arando con la mula mecánica. Foto 4,5 Fanecaes

Arando con la mula mecánica. Foto 4,5 Fanecaes

¿Sería una solución una cooperativa de compra y de distribución?

A esto le estamos dando muchas vueltas. Hacer una especie de cooperativa, unificar esfuerzos, tener una persona que se dedique a la comercialización y nosotros estar más despreocupados. La primera dificultad para hacerlo es que no nos conocemos. Si no conoces bien a una persona, hacer una cooperativa es un trabajo lento. Después, no tenemos la experiencia de haber hecho antes una cooperativa. Falta una persona que lo tenga claro y se lance, que empiece a hacer propuestas al alcance de todo el mundo. Ha habido intentos de cooperativa, pero se ve que no han funcionado. Está la cooperativa Aigua Clara, la que mejor funciona, con dificultades. Llevan más de diez años con siete u ocho productores, entre ellos, Albert Martí que está por aquí, en Carpesa. Ellos tienen una tienda, una chica que les lleva la contabilidad… La cooperativa defiende bien el producto de sus socios, cosa que es complicada. Han conseguido hacerse un hueco en el mercado.

¿Cómo os financiáis?

Con inversión personal nuestra y mucha reinversión, casi todo el dinero que sacamos regresa al campo para hacernos con una infraestructura.

Luego, también hay que diferenciar la agricultura ecológica, una técnica de cultivo como cualquier otra, del compromiso con el cultivo agroecológico.

Lo que nos distingue del agricultor del campo de al lado, además del uso exclusivo de productos orgánicos, es la comercialización. El que cultiva grandes extensiones de monocultivo va a un comprador, le pagan y ahí se queda el producto, en otras manos. Es una dinámica de mercado diferente. Nosotros, además de emplear otra técnica de cultivo, intentamos crear una dinámica de mercado basada en la confianza, en la conservación de la huerta mediante el compromiso de la clientela con nosotros, no porque nos compren, sino también porque comparten con nosotros el proyecto, vienen a desahogarse y a desconectar y pasar una mañana o una tarde con nosotros. Pero esto es anecdótico. Lo más relevante es querer transformar el mercado, que no sea llevar los productos a un intermediario, y que éste se lo pase a otro y a otro… Porque luego uno se mosquea, Hay mucha gente que sin doblar el lomo se queda con gran parte del precio de venta. Miras a cuánto han pagado la patata última por aquí, a cinco céntimos el kilo; luego vas al supermercado y ves lo que se ha quedado por el camino. Están haciendo trabajar gratis al agricultor, a cuatro céntimos la cebolla, a cinco la patata…

¿Qué hace falta para que esto cambie?

Que el trabajo resulte rentable. Que el producto no recorra intermediarios, que son los que aprietan los precios. Si existiera un mercado donde ofrecer el producto, la gente consumiría más, y más personas se dedicaría a la agricultura ecológica.

¿Qué responsabilidad tiene la Administración en todo esto?

Sería básico que la administración colaborara, que facilitara las cosas a los cultivadores ecológicos. Por ejemplo, promocionar plantelistas. Porque aquí tenemos que presentar a la Conselleria todas las facturas del plantel, nos exigen que se atenga a lo que exige el certificado. Pero resulta que hay un plantelista en Castellón, otro más lejos… Esto fuerza a muchos agricultores que estarían dispuestos a cultivar ecológico a comprar el plantel en convencional. Si quieres plantar zanahoria, o cebolla ecológica, tienes que buscarte a un colega que te la proporcione.

Este sector no está completo. Le faltan plantelistas y comercializadores. En lo convencional es más fácil. Cada pueblo tiene una cooperativa, te vas allí y compras plantel o semillas, y si no tienen, lo encargan. Pero en ecológico tienes que preocuparte mucho de guardarte semillas, buscar compañeros que tengan en certificado lo que quieres sembrar.

¿Y los Sistemas Participativos de Garantía?

Pensamos entrar ahí. Sería una manera de escapar de las exacciones de la Conselleria por trabajar en ecológico. Se les da muy bien eso de cobrar. Y luego no te dan la menor ayuda. Solo están para cobrarte y exigirte, y al final te quedas sin aire. En realidad, el sello de Consellería está creado para empresas, grandes superficies, exportación. A nosotros, que somos pequeños, nos es muy difícil y caro cumplir todos los requisitos. Además, el término ecológico es muy relativo, por eso es importante que los agricultores nos pongamos de acuerdo. El agua está contaminada por décadas de productos químicos utilizados en la agricultura convencional, el aire está contaminado, así que lo de ecológico se queda como un bonito sello comercial. Antes te obligaban a estar cinco años de conversión para que te dieran el sello, y ahora son dos. Pero la contaminación que tienes en tu campo es la misma que la del campo de al lado. Tu aportación se reduce a mantener la sostenibilidad de tu trabajo, a no ensuciar más…

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