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Agricultura y naturaleza

Dos agricultores ecológicos valencianos

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Carlos (izda y Santi, almorzando bajo una higuera. Foto FBP

De l’Horta a la Porta

Una información de Fernando Bellón

En los años sesenta del siglo pasado, España se contaminó de una contestación que circulaba libremente por los países más desarrollados del planeta, quizá porque nosotros también empezábamos a desarrollarnos. Desde la psicodelia en todos sus versiones, musical, alucinógena, literaria y plástica, hasta la vida hippy, también en todas sus versiones, la de consumo masivo, la pija, la multicultural y la alternativa, pasando por otras contestaciones más tumultuosas y enseguida proscritas..

Las comunas agrícolas empiezan a registrarse en aquella década, y florecen en la siguiente. En los setenta, un buen puñado de jóvenes se alejaron de las ciudades y de todo lo que representaban (agobio urbano, trabajo convencional, competición, individualismo), y se propusieron romper el círculo vicioso del desarrollo fundando comunas en lugares retirados, con frecuencia montes poco frecuentados o de difícil acceso. El concepto de ecologismo y su realización eran todavía una rareza, pero es posible que sin aquella aventura que solía acabar en fracaso, los ecologistas de hoy se vieran obligados a recorrer un camino más largo.

 

Santi, en un caballón. Foto FBP

La agricultura ecológica es hoy una fuerza económica. Son multitud los hombres y mujeres que se ganan la vida en ella, cultivando sus productos de acuerdo a principios y experiencias viejas como la humanidad. Envían sus cosechan allende las fronteras, donde el mercado es más potente, a tiendas especializadas de las ciudades españolas, y se mantienen organizados en redes profesionales de agricultores y ganaderos, abastecedores de productos que facilitan y aseguran las cosechas sin envenenarlas, distribuidores y vendedores. Pero también hay agricultores ecológicos que practican su trabajo con un empeño especial, al margen de esa corriente que podríamos llamar “institucionalizada”. Van por libre, y se sienten más fieles a la doctrina ecológica o al menos a su interpretación particular de ella.

 

Presentamos hoy dos casos, ejemplos de esta tendencia. Se trata de Carlos y de Santi, cultivadores de una hectárea de huerto (cada uno) en el término municipal de La Pobla de Vallbona, en la provincia de Valencia.

Cuando les visité en su lugar de trabajo se me ocurrió decir que me parecían héroes, o al menos tipos valientes. No les gustó mi expresión. Santi decía que los verdaderos valientes son los que se pasan en día encerrados en una oficina o en una fábrica, cosa que él conoce en carne propia.

Carlos tiene 28 años y Santi 30, y son amigos desde hace mucho tiempo. Cada uno trabaja su hectárea por su cuenta, aunque a primera vista los dos campos, contiguos, parecen el mismo.

No son propietarios del terreno, pero lo cultivan en unas condiciones especiales que suponen un ahorro muy conveniente para su caso, su primera incursión en el negocio de la agricultura ecológica “radical”. Para ellos (y algunos otros) la agricultura ecológica de verdad es la que se practica dentro de un ciclo humano y geográfico limitado: los productos se distribuyen y venden cerca de donde se producen.

La zona donde trabajan Carlos y Santi eran huertos de naranjos destinados hace unos años a campo de golf. Según ellos creen saber, una vez comprada a los agricultores se abandonó, y se produjo un incendio debido a la acumulación de hierbas secas. Aplazado sin fecha de inicio el campo de golf, el ayuntamiento de La Pobla promovió su reutilización, y cedió su cultivo a quienes se comprometieron a realizarlo.

Carlos y Santi tienen como vecinos a agricultores convencionales que cosechan productos hortofrutícolas para comercializadores tipo Mercadona: coliflores, calabazas, cebollas, etc. Tanto los convencionales como los ecologistas se ahorran el alquiler del terreno y el agua que, al parecer, les sale gratis. En estas condiciones, la aventura ecologista es menos azarosa.

Llevan algo más de un año trabajando aquí, en condiciones que podríamos considerar experimentales. Este verano, superada ya esa fase, es su primera salida en serio al mercado. Ambos aseguran que tienen prácticamente la producción colocada.

Cada uno dedica media hectárea a productos de invierno y media a productos de verano. Comparten una mula mecánica, compran juntos los plantones y los productos fitosanitarios, pero van por separado, cada uno cultiva a su aire y tiene su clientela.

Plantan hortaliza de temporada: lechugas, cebollas, patatas, puerros, acelgas, garrofón, judías, pepinos, berenjenas, pimientos, tomates.

El cultivo es estrictamente ecológico. Dedican mucha labor a limpiar de malas hierbas el campo. Hacen rotaciones para no cansar a la tierra. Plantan productos de hoja, de raíz y solanáceas, en distintos sectores, dejándolos descansar tras la cosecha. No quieren repetir en cuatro o cinco años el mismo cultivo.

Carlos se empieza a ganar la vida con su hectárea, que vende por su cuenta, y también hace cursos.

Ambos son titulados en gestión de empresas y márketin, y se desengañaron de sus empleos. Carlos no tiene experiencia laboral como profesional de la gestión, se involucró enseguida en la cooperación internacional, como voluntario de la ONG Ingenieros Sin Fronteras, y estuvo en Perú y en Nicaragua. Santi estuvo trabajando en una empresa de transportes y en la gestión de tiendas de animales durante varios años.

Luego decidieron estudiar Formación Profesional Agrícola, y están matriculados en la Escuela de Capataces de Catarroja. Dice Santi que el conocimiento más importante que ha adquirido allí es el de identificar plagas, para poder combatirlas.

Trabajan en el campo todos los días de la semana. Carlos se ha planificado el trabajo, a veces se va al campo, a veces vende (los sábados), a veces se dedica a la web De l’Horta a la Porta.

Cuidando los plásticos. Foto FBP

Carlos.- Nos hemos comprometido en serio, para comer de ese trabajo. Hemos estado un año de prueba.

Santi.- Tenemos claro que el estilo de vida que perseguíamos lo tenemos garantizado. Ganar dinero por ganar dinero, no. Pero sí tener la cabeza limpia para vivir sin preocupaciones, acostarte por las noches con la conciencia tranquila, que has hecho las cosas bien, que has trabajado con quien toca para quien toca. Trabajamos para la comunidad, no para obtener un beneficio personal.

Carlos.- Que la gente valore tu trabajo, que no solo se coma un tomate, sino que se coma un tomate que está bueno, es ecológico y tal, pero que tiene una carga ideológica, una ética…

Santi.- Carga ideológica: no enmarranar, básicamente.. Yo no hago el ecológico para que la gente viva 100 años, eso es una mentira. Es para no enmarranar.  La filosofía del reciclaje, de dejarlo todo más bonito de lo que estaba.

¿Tenéis algún tipo de plan?

Santi.- El plan es no cambiar a nadie.Los que somos, somos. No estoy por la labor de cambiar la mentalidad a nadie. ¡A tener hijos y a reproducirnos más que los otros! Tienes que buscar por tu cuenta, a lo largo de tu vida ya te has ido formando, relacionando con determinada clase de gente que valore estos productos y esta forma de hacer las cosas. Al fin y al cabo el plan es hacer las cosas bien. Un agricultor o cualquier otro profesional.

Carlos.- Yo sí creo que se puede cambiar la mentalidad. Que vean por ahí que hay otra forma de hacer las cosas. No es que pase el día obsesionado con hacer las cosas ecológicamente. Pero sí ser consciente de determinadas cosas, como coger el coche sólo lo necesario, compartirlo con otras personas; pequeñas cosas. Y enseñar a la gente que tienen la posibilidad de consumir productos que respetan el medio ambiente.

¿Qué necesidades irrenunciables tenéis?

Carlos.- Estar en una finca ecológica, tener vecinos ecológicos… Aquí lo podríamos hacer, pero tendríamos que contar con la colaboración de los vecinos agricultores, plantar árboles que protejan los cultivos, utilizar los tratamientos adecuados, no los brutales y devastadores.

Santi.- Con un agricultor convencional al lado no se puede hacer ecologismo. Estamos peleando aquí, y a la vez estamos buscando otros campos, arrendar alguna finca…. Tenemos que salir de aquí porque esto es insostenible en términos de futuro, de aquí me quedo y aquí voy a hacer mi negocio.

Carlos.- Hay gente que lleva más años que nosotros y está montando cooperativas ecológicas. Los agricultores se están uniendo. Pueden llevar quince o veinte años montando agricultura ecológica. Yo, al menos por ahora, todavía no soy autosuficiente.

Santi.- Estamos haciendo las cosas bien para no fallar. Llevamos año y medio cultivando estos terrenos, haciendo pruebas, y este verano es el que salimos al mercado. Pero siempre con la vista de que nos tenemos que cambiar. Aquí no se puede cultivar ecológico.

¿Por qué no trabajáis juntos?

Carlos.- Los comienzos son muy duros y desgastan.

Santi.- Nos equivocamos mucho.

Carlos.-  Hay cosas que compartimos, compramos la mula mecánica entre los dos, vamos a comprar planteles juntos. Lo que pasa es que el tema de hablar, organizarse y tal, desgasta mucho. Y luego, también, que lo ecológico es un arte. Cada uno lo ve de una forma. Hay muchas formas de trabajar la tierra, de tratar las plantas. Los dos podemos sacar buenos resultados por nuestra cuenta.  De todas formas, estamos empezando. No estoy cerrado a unirnos más o a separarnos más, estamos de prueba. Empezamos juntos  y vimos que nos teníamos que separar un poco, y nos separamos. El tiempo dirá lo demás.

Santi.- Es complicado asumir los errores de los demás. Y eso crea conflictos. Aquí no hemos venido a tener conflictos.

Carlos.- Y no sólo eso. El rollo de organizarse. Eso de hablar y hablar y hablar y hablar… Acabas desgastado. Lo que tienes que hacer es ponerte a hacer cosas. Pero estamos considerando hacer productos conjuntamente. Conozco agricultores que están separados por kilómetros y hacen productos iguales porque los terrenos son buenos para ello. Cultivan el producto común y luego separan la producción.

Suelen intercambiar experiencias

Santi.- Eso no se ha hecho en la agricultura valenciana nunca. Dominaba el espíritu de la competición

Carlos.- El problema es la oferta y la demanda. El mercado, jugar con los precios, yo ganar más que tú. Cuando rompes con todo eso, enseñar a la gente no cuesta nada. En Ecollaures hay una filosofía de no competencia. (Hort del Carme.) Todos comparten los precios mínimos, no se hacen competencia. Se compran las cosas conjuntamente, se intercambian experiencias en las reuniones.

El sello de Ecollaures proclama: vender al exterior, vender lejos del producto, no es ecológico. Producto local, producto ecológico, dos cualidades que van juntas. .

Santi.- Una berenjena que viaja de aquí a Alemania, ¿qué tiene eso de ecológico? ¿Para qué te vas a ir fuera? Si aquí hay mercado. Depende de lo que quieras abarcar, lo que quieras ganar. Si te quieres convertir en un empresario, sí. Para hacer una vida digna, no hace falta irse fuera a vender. Ahí está la carga ética.

Para el agricultor no es sostenible la agricultura convencional. Caen a los sesenta años… Te puedes imaginar lo que echan al campo. Si quieres ser agricultor, vete al ecológico, porque si no vas a caer a los sesenta años. Es mirar por ti, a parte de no contaminar la acequia, que viene a veces llena de espumas raras. A parte de no contaminar el agua, es por no contaminarte a ti, por no llegar a casa oliendo a insecticida. El tipo de las cebollas de ahí (tres hectáreas de cebollas) no se come sus cebollas. ¿Cómo te quedas? Estamos transformando veneno en comida.

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